miércoles, 17 de septiembre de 2008

Siempre ganan.



Últimamente se está oyendo mucho en la televisión casos de bancos que van a la quiebra, o de inmobiliarias que anuncian una suspensión de pagos. Es normal, el objetivo de una empresa es ganar dinero... no, mentira, el objetivo es ganar MÁS dinero, cada año debe ir mejor que el anterior, si no cada mes, para que el crecimiento de la empresa implique más beneficios al accionista, al inversor y al dueño (en mucha menor medida, al trabajador). El problema está en que los ciclos económicos se suceden, de forma que tras un momento brillante, aparece una zona oscura... el inversor o el grupo que está detrás de todo ve peligrar ese incremento de las ganancias y se retira a otros mercados más provechosos. No incrementar el beneficio es malo, pero ganar una burrada en vez de una burrada y un pico es inaceptable.

Si aplicamos el ejemplo, en España, el mercado inmobiliario estaba inundado por miles de personas comprando viviendas, sin hacer un cálculo o una previsión a más allá de dos meses en el futuro o teniendo en cuenta que iban a seguir necesitando dinero para alimentarse y para pagar otras facturas de primera necesidad. Pues bien, alentadas por este espíritu de afán de estabilidad como lo llaman unos, o de locura pasajera como lo llamo yo, otras pocas miles de empresas se dedicaron a construir más allá de lo que se puede pensar en comprar... la gente no para de "invertir" en ladrillo (o eso decían las estadísticas) y cada vez era más rentable, porque los beneficios desde luego son indudables. El ciclo promete, la cosa se alarga, la burbuja (¿qué burbuja?) no explota y la gente corre rauda a pagar la entrada de un chalet de 50 millones, que se pagará él solo con la venta de su tercer piso sin ascensor, de dos habitaciones y cocina office, puede que le sobre algo de dinero para comprar otro coche. ¿Quién más quiere una casa mejor? ¡Apúntese, señora!

De pronto, cuando los de arriba se han retirado a tiempo y han sabido sacar su participación y beneficio de la zona del ladrillo, las cosas empiezan a tambalearse... bancos que han prestado más de lo que debían y a quién no debían, inmobiliarias que han mordido mucho más de lo que pueden tragar, constructoras que han crecido tanto a cualquier costa, que un sólo bache en el camino hace que se desmorone la mitad de la maquinaria. El mercado está agonizando, las pérdidas se cuentan por millones, lágrimas y lamentos (y mucha gente con el negocio de su vida, el pelotazo padre, a punto de explotarles en toda la cara).

Llegados al fin de un nuevo ciclo, se procede a socializar las pérdidas (dinero público para un mercado de autorregulación o regulación privada, disminución de salarios, despidos masivos…), mientras que, una vez revivido, los beneficios se privatizan, permitiendo que los ricos sigan siendo más ricos, en cualquier momento y bajo cualquier situación.
Para que nos entendamos, ahora las "ayudas" para paliar la ingenuidad del mercado, o para inyectar y revitalizar el mercado (menudo hijoputa el que se inventa estos eufemismos), realmente se refieren a que una vez que se ha saqueado todo lo posible el sector, se piden ayudas para que seamos todos nosotros los que lo saquemos a flote, pero sólo lo justo para que luego vengan nuestros amigos de arriba, que huyeron en el fragor de la batalla y se hagan de nuevo con el botín.

De esta forma, podemos ver que:

1. Cuando hay beneficios, se privatizan (se los quedan para ellos).
2. Cuando hay pérdidas, se socializan (las pagamos entre todos, obligados por el gobierno).


Total, que es un negocio redondo, que para el que vea con buenos ojos las expresiones amables que se inventa el gobierno para evitar "crisis", "desvío de fondos públicos a la banca privada", "inversión públic en la empresa privada sin opción a devolución", que empiece a espabilar y se dé cuenta de lo que tenemos encima.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

lacasachunga. El regreso.



Estaba yo dando una vuelta por interné, tan tranquilamente, así, a lo ocio, cuando me veo mi blog en un enlace. Era un enlace pequeñito, discreto, desubicado... un enlace más al fin y al cabo... y entonces reparé en que había dejado mi pocoleidoynadacomentado blog de lado. He acudido raudo a él, pues siempre me espera en el mismo lugar, fiel y servicial. Repasé las primeras entradas con vergüenza propiajena y las últimas con desasosiego.

No puedo negarlo, la verdad es que lo abandoné, no tengo excusa, simplemente dejé de entrar a escribir para mi nula audiencia. No fue algo premeditado, no cambié el tiempo que invertía en él a otras tareas más provechosas (iguales o en todo caso, menos provechosas), pero supongo que como todas las relaciones, cuesta dejarlas y sobre todo decir que las vas a dejar, pero como sabes que un blog no se va a poner triste, que no va a sufrir, que no se va a ir con otro y que va a estar esperándote cuando quieras volver, pues, total... ¿pa qué perder el tiempo con pamplinas?

Los chungos han vuelto a las andadas.